domingo, 7 de junio de 2009

CUENTO DEL HUERTO.


-No me gusta mucho la luz- dijo Ballén a la chica que estaba frente a él.
Mientras que ella apagaba el interruptor para su beneplácito. Era obvio el disgusto que se mostraba en la cara de nuestro amigo cuando expreso estas palabras a su empleada. Ella solo interpreto la avaricia de su jefe.
-¿De verdad? ¿Por qué?- pregunto en un tono sarcástico la chica antes mencionada, de la cual solo diré, que se burlaba de una manera hiriente ante los ojos de Ballén, como intentando someterlo ante el conjuro de su soñadora mirada.
El, solo le regreso la misma mirada fría y burlona de su comentadora, demostrándome y demostrándole que no había nada de avaro en su expresión, la que da comienzo a mi relato. Para eso solo se recostó en su sillón y coloco sus manos sobre sus piernas, al tiempo en que le contaba esta historia:

“Cuando vivía en la huerta (nunca especifico algún nombre o lugar) estaba acostumbrado a la luz tenue de el candil que iluminaba mi mesa, esa que estaba en mi cuarto y que iluminaba mi espacio. Sabes por qué no soporto la luz fuerte de las lámparas, por que la única luz fuerte que recuerdo soportar, es la de las estrellas que acostumbraba mirar todas las noches para recordar lo bello que es el exterior”

Después volvió a la posición en la que antes se encontraba, y dirigió una mirada piadosa a su acompañante, la cual le respondió con una sonrisa amable. Mientras que yo, observaba por los espejos de aquel cibercafé.

1 comentario:

Salazar Craft dijo...

La vida entre las percianas es dificil, el oficio de voyeurista es árduo, y de lo que uno logra enterarse en estos ámbitos, mirando atravez de cristales ajenos y urgando en las miradas de los desconocidos, es mejor hacerlo ver al digno...
Que la luz de astros y candiles eseguescan tus ojos ipersensibles y sinestésicos....