viernes, 31 de octubre de 2014

LAS CEMPASÚCHIL NO HUELEN A MUERTO.


Huelen a la procesión de los más altos niveles de adoración, celebración y juerga.

Huelen a copal perpetuos y encendidos en las profundidades de las tradiciones que ambientan las fiestas de los serenos. Huelen a sudor de mujeres y hombres que celebran misas en los altares privados de sus eternos. Huelen a montañas vestidas de amarillo que parecieran adornar una mesa enorme de comidas predilectas. Huelen a rezos y canciones arcanas que disfrutan los festejados que recuerdan en las eternidades, aquellas letras de invocación. Huelen a sueños que viven en las esperanzas de parajes de descanso inconmensurable y liviano.


Huelen a familias orgullosas que bailan y ríen al aplauso de sus muertos.