Soy tu hijo, no me abandones! – gritaba con su hermosa voz de ángel, arrodillado y humillado ante los pies de Él. Pero estos clamores no eran escuchados ni por su progenitor, ni por sus hermanos, quienes habían decidido aquella tarde, que el seria el culpable de todas las atrocidades y maldades que desde ese momento sucederían.
Su padre, solo regreso la mirada, y en señal de compasión, se acerco junto al bulto en que se había convertido su hijo. Pudo observar lágrimas en sus bellos ojos, y trato con sus manos secarlas, pero la frívola decisión se había tomado, y evito parecer débil ante los ojos de sus demás vástagos. Solo le acaricio la nuca, al tiempo que estas palabras salían de sus temibles labios: - ¡Serás desterrado! Lo lamento mucho, hijo mío.
Al escuchar esta sentencia, nuestro héroe se levanto de su derrota, y con voz de furia advirtió: - ¡Pagaras padre tú osadía, juro por mi vida que desde este momento y hasta el fin de los tiempos, lamentaras la decisión que has tomado, juro que convertiré el amor que una vez te profese, en odio y maldad, te demostrare que soy capaz de superar tu poder, y que esa desconfianza y desamor que me demostraste, no eran más que envidia y coraje!
Seis de sus hermanos rieron, solo una guardo respeto a las decisiones de su padre y callo, no sin antes poner su mano, en el hombro de su ahora exiliado hermano y dirigirle una sonrisa, él, no noto este gesto de su fraterno, pues sus pensamientos estaban concentrados en las risas de los burlones.
En un instante, y sin que ninguno de los espectadores de aquel injusto juicio se lo esperara, un tremendo grito dio inicio a una extraña y fulgurosa luminosidad, rayos y ráfagas de luz eran lanzadas a todas partes y pudieron darse cuenta de que estos, emanaban de aquel hermano suyo, quien estaba envuelto en un inexplicable halo de fuego. Horrorizado, el padre trato de cubrir con su espalda a sus ahora aterrorizados hijos, pero estos no pudieron hacer nada, la transmutación se había hecho.
Sus hermosas alas ya no eran cubiertas por esplendorosas plumas, pues estas habían caído para dar lugar a unas carmesíes alas de gárgola, la aureola que antes coronaba su cabeza se había transformado en un rojizo y portentoso casco de guerra, que presumían en la sien dos temibles cuernos de toro, su piel lucia un atemorizante color gris y una capa hecha añicos engalanaba la gigantesca estatura que ahora demostraba. Miro al suelo, y encontró que de sus lágrimas se había formado una poderosa y temible espada, que al ser envainada abrió gigantescas brechas oscuras en aquel sitio celestial.
El cielo se había transformado en una catastrófica llamarada eterna. Que celebraba la metamorfosis de nuestro héroe. Su padre lo miro en tono amenazante, mientras dirigía su dedo hacia la cara de su ahora enemigo. El apunto su maléfica espada hacia la cara también, de su padre y espeto:
- ¡Desde ahora seré la guerra y como tal quiero tu derrota y muerte, soy tu hijo y tu enemigo, seré el bien de tu mal, este es mi inicio y tu fin. Desde ahora mi nombre es Luzbel!
Su padre, solo regreso la mirada, y en señal de compasión, se acerco junto al bulto en que se había convertido su hijo. Pudo observar lágrimas en sus bellos ojos, y trato con sus manos secarlas, pero la frívola decisión se había tomado, y evito parecer débil ante los ojos de sus demás vástagos. Solo le acaricio la nuca, al tiempo que estas palabras salían de sus temibles labios: - ¡Serás desterrado! Lo lamento mucho, hijo mío.
Al escuchar esta sentencia, nuestro héroe se levanto de su derrota, y con voz de furia advirtió: - ¡Pagaras padre tú osadía, juro por mi vida que desde este momento y hasta el fin de los tiempos, lamentaras la decisión que has tomado, juro que convertiré el amor que una vez te profese, en odio y maldad, te demostrare que soy capaz de superar tu poder, y que esa desconfianza y desamor que me demostraste, no eran más que envidia y coraje!
Seis de sus hermanos rieron, solo una guardo respeto a las decisiones de su padre y callo, no sin antes poner su mano, en el hombro de su ahora exiliado hermano y dirigirle una sonrisa, él, no noto este gesto de su fraterno, pues sus pensamientos estaban concentrados en las risas de los burlones.
En un instante, y sin que ninguno de los espectadores de aquel injusto juicio se lo esperara, un tremendo grito dio inicio a una extraña y fulgurosa luminosidad, rayos y ráfagas de luz eran lanzadas a todas partes y pudieron darse cuenta de que estos, emanaban de aquel hermano suyo, quien estaba envuelto en un inexplicable halo de fuego. Horrorizado, el padre trato de cubrir con su espalda a sus ahora aterrorizados hijos, pero estos no pudieron hacer nada, la transmutación se había hecho.
Sus hermosas alas ya no eran cubiertas por esplendorosas plumas, pues estas habían caído para dar lugar a unas carmesíes alas de gárgola, la aureola que antes coronaba su cabeza se había transformado en un rojizo y portentoso casco de guerra, que presumían en la sien dos temibles cuernos de toro, su piel lucia un atemorizante color gris y una capa hecha añicos engalanaba la gigantesca estatura que ahora demostraba. Miro al suelo, y encontró que de sus lágrimas se había formado una poderosa y temible espada, que al ser envainada abrió gigantescas brechas oscuras en aquel sitio celestial.
El cielo se había transformado en una catastrófica llamarada eterna. Que celebraba la metamorfosis de nuestro héroe. Su padre lo miro en tono amenazante, mientras dirigía su dedo hacia la cara de su ahora enemigo. El apunto su maléfica espada hacia la cara también, de su padre y espeto:
- ¡Desde ahora seré la guerra y como tal quiero tu derrota y muerte, soy tu hijo y tu enemigo, seré el bien de tu mal, este es mi inicio y tu fin. Desde ahora mi nombre es Luzbel!