Había a lo lejos una luz verde que anunciaba la llegada, en la puerta estaba un hombre que invitaba a entrar a cualquier transeúnte, cuando me acerqué fui al único de los pasantes que ignoro. Entre y vi que las cosas no eran como me las habían platicado, si eran bonitas (algunas) las chicas que ahí trabajaban, si bailaban (o dizque bailaban) al son de canciones inbailables, intentaban ser carismáticas e intentaban parecer interesadas en lo que sea que balbuceabas, un golpe de decepción me tumbo los pocos dientes de alegría que traía, no pude recogerlos, pues la oscuridad apenas alumbrada por las inservibles luces de neón intentaban dar un poco de claridad a aquel lugar, aunque oportuna para la sensibilidad de las ahí obreras, ya que su vergüenza por hacer lo que hacían, era más que evidente. No había razones para seguir en aquel decrepito terreno, estaba cansado y una cerveza no es tan importante como para soportarlo… una magia ocurrió.
Al voltear para salir, choque con la bandeja de cervezas de una laborante, ella caía en todas las afirmativas de todas las negativas arriba descritas, además de que se veía cansada, me miro, me tomo de la mano y - me dijo sabia que un día volverías.
Me hablo de vidas y de futuros… los mios.