Sabía que desde ese momento mi vida había cambiado para siempre, ella me miraba mientras peinaba su larga cabellera frente al espejo, cabello negro que parecía derramarse sobre sus hombros cual si fuera tinta de pulpo.
Aquella tarde que habría culminado con nuestra apasionada noche, me traía recuerdos de los sucesos que pretendía olvidar, recordaba banalidades familiares que había provocado mi exilio de las comunidades amistosas, de disparates y peleas que provocaban en los que me conocían el distanciamiento aberrante, pero sobre todo de la añoranza de futuro que drogas y licores me traían con su consumo, era el amanecer que acostado sobre aquella cama me demostraba la bella figura de ella que ahora acariciaba su larga cabellera.
Tendido sobre la cama, apenas cubierto por una sabana, miraba casi hechizado la forma en que ella acomodaba su pelo mientras compartía unas sonrisas a través del espejo, fue este gesto lo que me hiso recordar otros eventos que creía perdidos, como aquella mirada que me había desnudado horas antes dentro de aquel cuartucho del que ni si quiera recordaba su nombre, de las copas tomadas en aquel bar en el que nos habíamos visto por primera vez, de la sutileza de sus palabras para caer como cadáver en aquellas lapidas frías que eran sus brazos, de la manera en que me convenció para disfrutar mi vida en vez de jugar con pistolas alrededor de mi sien, de aquella tarde que disfrutamos juntos y de la enardecida entrega que corono la magnífica velada que habíamos comenzado.
Cuando termino de acomodarse el pelo pude observar con excitación la hermosa trenza en que se había convertido aquel enredado cabello, y me parecía observar con esta figura la belleza de una gigantesca anaconda negra que reposaba durmiente sobre su hombro, ahora ella se había acercado a mi cama y tocando mi cuello acariciaba los dos profundos agujeros que recientemente me había ganado en la lucha que se había convertido nuestra cama, podía tocar su cabello trenzado y acariciar ese cuerpo blanco como la leche, se levanto de donde descansaba y me dijo mientras habría la ventana a los primeros rayos de sol: desde ahora aprenderás a jugar con tu muerte, y su cuerpo comenzó a arder en llamas, a quemarse como si fuera papel.
Recuerdo mirar sus sonrisas mientras las llamaradas la cubrían por entero, recuerdo observar su cabello que relucía como oro negro dentro de aquel infierno en que se había convertido su cuerpo, recuerdo su mirada y las fuerzas de sus dedos mientras me señalaban, recuerdo no salir de aquel hotel sino hasta llegar la noche… recuerdo su cabello en esa hermosa trenza.
Aquella tarde que habría culminado con nuestra apasionada noche, me traía recuerdos de los sucesos que pretendía olvidar, recordaba banalidades familiares que había provocado mi exilio de las comunidades amistosas, de disparates y peleas que provocaban en los que me conocían el distanciamiento aberrante, pero sobre todo de la añoranza de futuro que drogas y licores me traían con su consumo, era el amanecer que acostado sobre aquella cama me demostraba la bella figura de ella que ahora acariciaba su larga cabellera.
Tendido sobre la cama, apenas cubierto por una sabana, miraba casi hechizado la forma en que ella acomodaba su pelo mientras compartía unas sonrisas a través del espejo, fue este gesto lo que me hiso recordar otros eventos que creía perdidos, como aquella mirada que me había desnudado horas antes dentro de aquel cuartucho del que ni si quiera recordaba su nombre, de las copas tomadas en aquel bar en el que nos habíamos visto por primera vez, de la sutileza de sus palabras para caer como cadáver en aquellas lapidas frías que eran sus brazos, de la manera en que me convenció para disfrutar mi vida en vez de jugar con pistolas alrededor de mi sien, de aquella tarde que disfrutamos juntos y de la enardecida entrega que corono la magnífica velada que habíamos comenzado.
Cuando termino de acomodarse el pelo pude observar con excitación la hermosa trenza en que se había convertido aquel enredado cabello, y me parecía observar con esta figura la belleza de una gigantesca anaconda negra que reposaba durmiente sobre su hombro, ahora ella se había acercado a mi cama y tocando mi cuello acariciaba los dos profundos agujeros que recientemente me había ganado en la lucha que se había convertido nuestra cama, podía tocar su cabello trenzado y acariciar ese cuerpo blanco como la leche, se levanto de donde descansaba y me dijo mientras habría la ventana a los primeros rayos de sol: desde ahora aprenderás a jugar con tu muerte, y su cuerpo comenzó a arder en llamas, a quemarse como si fuera papel.
Recuerdo mirar sus sonrisas mientras las llamaradas la cubrían por entero, recuerdo observar su cabello que relucía como oro negro dentro de aquel infierno en que se había convertido su cuerpo, recuerdo su mirada y las fuerzas de sus dedos mientras me señalaban, recuerdo no salir de aquel hotel sino hasta llegar la noche… recuerdo su cabello en esa hermosa trenza.
3 comentarios:
fascinante....
Me ha gustado...Y como entendí que quieres que lo publique en mi blog...Así lo haré...Solo espera que lo transcriba...porque al copiarlo me queda el fondo celeste...Un beso...Maharet...Desde las mas profundas tinieblas...
Perdón...olvide decirte que me agradó...Escribes muy bien...No se si te dije que buscando imagenes vine a parar a tu blog...y me quedé...Y aquí seguire acompañandote...un beso...Maharet...Desde las mas profundas tinieblas...
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