viernes, 28 de enero de 2011

LA VERDAD.


Todos saben la verdad, todos la saben, aunque digan lo contrario.
Aunque miren al cielo, en lo profundo de los mares, en el infinito del espacio, ya lo saben. Aunque lean antiguos libros sagrados, aunque construyan palacios de adoración perpetua, ya lo saben. Siempre lo han sabido, aunque digan no poder curar enfermedades, aunque se sorprendan de espectacularidades únicas, aunque santifiquen ídolos humanos, aunque levanten sus hombros y demuestren duda, ya lo saben, pero lo niegan.

La verdad es sabida, pero la niegan, porque no encuentran más ingenuidad que la ignorancia, porque no soportan la vives de los sabios, porque la verdad es traviesa y engaña o por qué no han creído en ella totalmente. Todos la conocen y la han visto por todos lados, la verdad que creen que se esconde, aquella que dicen que solo dios sabe, esa misma que solo el tiempo muestra, una de la que se han escrito mucho pero de la que se ha descubierto poco, la verdad que solo nosotros conocemos y que queremos con todas nuestras fuerzas ignorar.

La verdad de los sueños y las infinidades pasadas, la verdad de la inmortalidad terrígena y la carne humana, la verdad de los cielos infernales y las desviaciones divinas, la verdad de las emociones y las pasiones, la verdad del espacio y los habitantes desconocidos, la verdad de los que están del otro lado y quien finaliza lo iniciado, la verdad de quien se ignora y la verdad de quien siempre ha sido.

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