martes, 23 de septiembre de 2008

REVOLVERS SIN ESPERANZA.


Las primeras seis balas de mi revolver fueron para ella. Siempre he creído que nunca hay que dejar para el final lo que puedas hacer al principio de la historia, y mi historia es una de esas del cine Noir de la pasada y misteriosa Francia revolucionaria. Fue la primera vez que la había visto tan de cerca y podía ver en su rostro una angustia y horror indescriptible, tenía miedo y eso era comprensible, todo lo entendía, pues el cañón de mi Magnum .357 combat, se mostraba hermosa en la frente de ella. Me dio una especie de alegría laserable, cuando suplicando me pidió no jalar del gatillo e hincándose pidió piedad con lagrimas y mocos actorales. Me hablo de las veces en que había recurrido a ella y de su apoyo incondicional cuando me encontraba en problemas. Yo le reproche las veces en que me había abandonado, los momentos en que creí que llegaría y la pena de saber de su traición. Contesto con injurias sobre de que siempre me estaba acompañando y que aunque no la viera me seguía a todas partes. Sus palabras resonaban en mis oídos como piedras en la cabeza del lapidado, me dolían, pero no podía ver más allá de lo que mi arma de destrucción personal me mostraba. Seis cámaras, para seis balas: eran las que componían la parte central de mí revolver, seis balas para seis cámaras son las mismas que me pedían a gritos, les diera a oportunidad de hacer su trabajo.

-¿Creías que ibas morir al último? ¿Verdad?- fueron las últimas palabras que salieron de mis labios, y la boca de mi pistola callo para siempre la escena que había presenciado. ¿Han respirado el humo provocado por la pólvora en su punto de explosión? ¿Han sentido él tembloroso y a la vez firme pulso de tu mano sosteniendo un arma homicida? ¿Han visto el cadáver sangrante y humeante de tu victima? ¿No? Es lo más bello que se puedan imaginar. Se lo tenía bien merecido y tuve que cumplir con algo que muchos de aquellos que han caído en sus garras le han deseado. Con mi acto he terminado con las calumnias que ella alguna vez sembró en todos los que hemos creído. No existe y jamás debió de haber existido.

Descanse muerta ESPERANZA.

1 comentario:

Salazar Craft dijo...

Una bala por cada pecado, un disparo por cada injuria, un agujero en el cuerpo por cada mentira, un rugido de cañón por cada blasfemia. Muerte a quien muerte merece y sin culpa ni arrepentimiento, que tu mano justiciera ha obrado según los deceos divinos, por que en cierto modo, y en un momento sucinto y exacto, el asesino es Dios y las víctimas ruegan tanto a él como al mismísimo creador que los hombres se han creado. Absolutamente estupendo, amigo.