domingo, 28 de septiembre de 2008

LA ULTIMA PLEGARIA.


Mátanos a todos, nuestra existencia vale menos que un montón de piedras de camposanto. Mátanos a todos, es verdad que no merecemos de tu misericordia.
Mátanos a todos, te aseguro que sería lo más sensato que harías con nuestra raza.
Te maldecimos y te queremos, además de que despreciamos de tu existencia, mátanos a todos.
Estoy seguro de que no nos creaste con la intención de matarnos los unos a los otros. Estoy seguro de que somos un error y que deberías de enmendarlo, mátanos a todos.
Mátanos a todos, nos dotaste de un montón de sentimientos idiotas y destructivos… ya se, ¡Véngate!. Recuerdas que matamos a tu hijo, la manera en que nos burlamos de él y también la forma en que le destrozamos el cuerpo. Sé que también a ti te dolió, mátanos a todos.
Mátanos a todos, son más las razones en nuestra contra que a nuestra favor.
Mátanos a todos, total sirve de que pones en nuestro lugar a otros seres más capases de corresponderte.
Mátanos a todos, has olvidado todos los siglos en que nos hemos apoderado de tu poder y abusado de tu confianza.
No busques explicaciones y haz lo que siempre debiste haber hecho, poner a otra especie más capaz que nosotros, mátanos a todos.
Mátanos a todos, el tiempo que tuvimos lo echamos a perder.
Quisimos ser parte de un mundo que no nos merecíamos, quisimos asegurarnos nuestra gloria atreves de estúpidas religiones, quisimos ganarnos tu amor pero lo único que logramos, y sin temor a equivocarme, fue enfadarte. Para que te apiadas de nosotros, mátanos a todos.

Mátanos a todos, y hazlo sin piedad.
Mátanos a todos, que bien nos lo merecemos.
Mátanos a todos, para que perder el tiempo.
Mátanos a todos, las razas siguientes te lo agradecerán.
Mátanos a todos, para que seguir viviendo.
Mátanos a todos, tu mejor regalo… el apocalipsis.
Mátanos a todos, bendícenos con la muerte.
¡Mátanos a todos dios nuestro!

miércoles, 24 de septiembre de 2008

AMANTE Y CREPUSCULO.


Acércate noche
déjame ciego.
Con mis manos sin piel
buscaré la paz de la oscuridad

Ámame noche
hazme el más dichoso.
Probare de tus labios
la hiel dulce de los gatos.

Búscame noche
piérdeme en la luz.
Caminaré escondido
entre las sendas de penumbra.

Mátame noche
destrózame poco a poco.
Ahogare mis gritos
en la sangre de tus garras.

Mírame noche
tenme presente.
Reconoceré en tus ojos
La mentira de mi esencia.

Angústiame noche
oblígame a pensar.
Intentare humanizar
mi mente entre tus sombras.

martes, 23 de septiembre de 2008

REVOLVERS SIN ESPERANZA.


Las primeras seis balas de mi revolver fueron para ella. Siempre he creído que nunca hay que dejar para el final lo que puedas hacer al principio de la historia, y mi historia es una de esas del cine Noir de la pasada y misteriosa Francia revolucionaria. Fue la primera vez que la había visto tan de cerca y podía ver en su rostro una angustia y horror indescriptible, tenía miedo y eso era comprensible, todo lo entendía, pues el cañón de mi Magnum .357 combat, se mostraba hermosa en la frente de ella. Me dio una especie de alegría laserable, cuando suplicando me pidió no jalar del gatillo e hincándose pidió piedad con lagrimas y mocos actorales. Me hablo de las veces en que había recurrido a ella y de su apoyo incondicional cuando me encontraba en problemas. Yo le reproche las veces en que me había abandonado, los momentos en que creí que llegaría y la pena de saber de su traición. Contesto con injurias sobre de que siempre me estaba acompañando y que aunque no la viera me seguía a todas partes. Sus palabras resonaban en mis oídos como piedras en la cabeza del lapidado, me dolían, pero no podía ver más allá de lo que mi arma de destrucción personal me mostraba. Seis cámaras, para seis balas: eran las que componían la parte central de mí revolver, seis balas para seis cámaras son las mismas que me pedían a gritos, les diera a oportunidad de hacer su trabajo.

-¿Creías que ibas morir al último? ¿Verdad?- fueron las últimas palabras que salieron de mis labios, y la boca de mi pistola callo para siempre la escena que había presenciado. ¿Han respirado el humo provocado por la pólvora en su punto de explosión? ¿Han sentido él tembloroso y a la vez firme pulso de tu mano sosteniendo un arma homicida? ¿Han visto el cadáver sangrante y humeante de tu victima? ¿No? Es lo más bello que se puedan imaginar. Se lo tenía bien merecido y tuve que cumplir con algo que muchos de aquellos que han caído en sus garras le han deseado. Con mi acto he terminado con las calumnias que ella alguna vez sembró en todos los que hemos creído. No existe y jamás debió de haber existido.

Descanse muerta ESPERANZA.

miércoles, 3 de septiembre de 2008

A UNA RAMERA.


Mujer preciosa para el bien nacida,
Mujer preciosa por mi mal hallada,
Perla del solio del Señor caída
Y en albañal inmundo sepultada;
Cándida rosa en el Edén crecida
Y por manos infames deshojada;
Cisne de cuello alabastrino y blando
En indecente bacanal cantando.

Objeto vil de mi pasión sublime,
Ramera infame a quien el alma adora.
¿Por qué el Dios ha colocado, dime,
el candor en tu faz engañadora?
¿Por qué el reflejo de su gloria imprime
en tu dulce mirar? ¿Por qué atesora
hechizos mil en tu redondo seno,
si hay en tu corazón lodo y veneno?

Copa de bendición de llanto llena,
Do el crimen su ponzoña ha derramado;
Ángel que el cielo abandonó sin pena,
Y en brazos del demonio ha entregado;
Mujer más pura que la luz serena,
Más negra que la sombra del pecado,
Oye y perdona si al cantarte lloro;
Porque, ángel o demonio, yo te adoro.

Por la senda del mundo yo vagaba
Indiferente en medio de los seres;
De la virtud y el vicio me burlaba;
Me reí del amor de las mujeres,
Que amar a una mujer nunca pensaba;
Y hastiado de pesares y placeres
Siempre vivió con el amor en guerra
Mi ya gastado corazón de tierra.

Pero te vi… te vi… ¡Maldita hora
En que te vi, mujer! Dejaste herida
A mi alma que te adora, como adora
El alma que de llanto está nutrida.
Horrible sufrimiento me devora,
Que hiciste la desgracia de mi vida.
Mas dolor tan inmenso, tan profundo,
No lo cambio, mujer, por todo el mundo.

¿Eres demonio que arrojó el infierno
para abrirme una herida mal cerrada?
¿Eres un ángel que mandó el Eterno
a velar mi existencia infortunada?
¿Este amor tan ardiente, tan interno,
me enaltece, mujer, o me degrada?
No lo sé… no lo sé… yo pierdo el juicio.
¿Eres el vicio tú? … ¡Adoro el vicio!.

¡Ámame tú también! Seré tu esclavo,
tu pobre perro que doquier te siga.
Seré feliz si con mi sangre lavo
Tu huella, aunque al seguirte me persiga
Ridículo y deshonra; al cabo, al cabo,
Nada me importa lo que el mundo diga.
Nada me importa tu manchada historia
Si a través de tus ojos veo la gloria.

Yo mendigo, mujer, y tú ramera,
Descalzos por el mundo marcharemos.
Que el mundo nos desprecie cuando quiera,
En nuestro amor un mundo encontraremos.
Y si horrible miseria nos espera,
Ni de un rey por el otro la daremos;
Que cubiertos de andrajos asquerosos,
Dos corazones latirán dichosos.

Un calvario maldito hallé en la vida
En el que mis creencias expiraron,
Y al abrirme los hombres una herida,
De odio profundo el alma me llenaron.
Por eso el alma de rencor henchida
Odia lo que ellos aman, lo que amaron,
Y a ti sola, mujer, a ti yo entrego
Todo ese amor que a los mortales niego.

Porque nací, mujer, para adorarte
Y la vida sin ti me es fastidiosa,
Que mi único placer es contemplarte,
Aunque tú halles mi pasión odiosa,
Yo, nunca, nunca, dejaré de amarte.
Ojalá que tuviera alguna cosa
Más que la vida y el honor más cara,
Y por ti sin violencia la inmolara.

Sólo tengo una madre. ¡Me ama tanto!
Sus pechos mi niñez alimentaron,
Y mi sed apagó su tierno llanto,
Y sus vigilias hombre me formaron.
A ese ángel para mí tan santo,
Última fe de creencias que pasaron,
A ese ángel de bondad, ¡quién lo creyera!,
Olvido por tu amor… ¡loca ramera!

Sé que tu amor no me dará placer,
Se que burlas mis grandes sacrificios.
Eres tú la más vil de las mujeres;
Conozco tu maldad, tus artificios.
Pero te amo, mujer, te amo como eres;
Amo tu perversión, amo tus vicios.
Y aunque maldigo el fuego en que me inflamo,
Mientras más vil te encuentro, más te amo.

Quiero besar tu planta a cada instante,
Morir contigo de placer beodo;
Porque es tuya mi mente delirante,
Y tuyo es mi corazón de lodo.
Yo que soy en amores inconstante,
Hoy me siento por ti capaz de todo.
Por ti será mi corazón do imperas,
Virtuoso, criminal, lo que tú quieras.

Yo me siento con fuerza muy sobrada,
Y hasta un niño me vence sin empeño.
¿Soy águila que duerme encadenada,
o vil gusano que titán me sueño?
Yo no sé si soy mucho, o si soy nada;
Si soy átomo grande o dios pequeño;
Pero gusano o dios, débil o fuerte,
Sólo sé que soy tuyo hasta la muerte.

No me importa lo que eres, lo que has sido,
Porque en vez de razón para juzgarte,
Yo sólo tengo de ternura henchido
Gigante corazón para adorarte.
Seré tu redención, seré tu olvido,
Y de ese fango vil vendré a sacarte.
Que si los vicios en tu ser se imprimen
Mi pasión es más grande que tu crimen.

Es tu amor nada más lo que ambiciono,
Con tu imagen soñando me desvelo;
De tu voz con el eco me emociono,
Y por darte la dicha que yo anhelo
Si fuera rey, te regalara un trono;
Si fuera Dios, te regalara un cielo.
Y si Dios de ese Dios tan grande fuera,
Me arrojara a tus plantas ¡vil ramera!

Maldecido por: ANTONIO PLAZA LLAMAS.

INTERROGACIONES.


¿Cómo quedan, Señor, durmiendo los suicidas?
¿Un cuajo entre la boca, las dos sienes vaciadas,
las lunas de los ojos albas y engrandecidas,
hacia un ancla invisible las manos orientadas?

¿O Tú llegas después que los hombres se han ido,
y les bajas el párpado sobre el ojo cegado,
acomodas las vísceras sin dolor y sin ruido
y entrecruzas las manos sobre el pecho callado?

El rosal que los vivos riegan sobre su huesa
¿no le pinta a sus rosas unas formas de heridas?
¿No tiene acre el olor, sombría la belleza
y las frondas menguadas de serpientes tejidas?

Y responde, Señor: Cuando se fuga el alma
por la mojada puerta de las largas heridas,
¿entra en la zona tuya hendiendo el aire en calma
o se oye un crepitar de alas enloquecidas?

¿Angosto cerco lívido se aprieta en torno suyo?
¿El éter es un campo de monstruos florecido?
¿En el pavor no aciertan ni con el nombre tuyo?
¿O van gritando sobre tu corazón dormido?

¿No hay un rayo de sol que los alcance un día?
¿No hay agua que los lave de sus estigmas rojos?
¿Para ellos solamente queda tu entraña fría,
sordo tu oído fino y apretados tus ojos?

Tal el hombre asegura, por error o malicia;
mas yo, que te he gustado, como un vino, Señor,
mientras los otros siguen llamándote Justicia,
¡no te llamaré nunca otra cosa que Amor!

Yo sé que como el hombre fue siempre zarpa dura;
la catarata, vértigo; aspereza, la sierra.
¡Tú eres el vaso donde se esponjan de dulzura
los nectarios de todos los huertos de la Tierra!

Maldecido por: GABRIELA MISTRAL.