Cuando
estoy dentro, abandono toda cordura y sensatez que me obligue recobrar las
composturas de mi cuerpo, donde las danzas exóticas se apoderan de los latires
de corazones muertos.
Cuando
estoy dentro, sé que estoy perdido en las profundas tinieblas aberrantes de
sofocamientos y humedades, donde sostenerme es inútil cuando caigo hasta el
fondo de las oscuridades.
Cuando
estoy dentro, me siento exiliado hasta los más remotos y recónditos parajes de
calurosos desiertos, donde anhelo el mapa que me lleve al manantial sublime que
emana de tu cuerpo.
Cuando
estoy dentro, presiento el golpear de las olas tibias que se avecinan de
distintos senderos, donde pretendo mojarme al compás cadencioso de los
movimientos venideros.
Cuando
estoy dentro, me transformo de pronto en un herido gorrión que se vale de tus
caricias para sanarse, para después volcar el vuelo hasta las cumbres más altas
y desde ahí impactarte.
Cuando
estoy dentro, subyugo las necesidades tempestuosas por desgarrarte a golpes las
prendas de tu piel, pues quiero vestirte amor con la delicada seda de mis más
íntimas caricias.
Cuando
estoy dentro, me sumerjo contigo en encantamientos únicos que describen con
sangre la necesidad salvaje de poseernos.