lunes, 30 de abril de 2012

EL TUNCO.


Cuando el tunco llego
había momentos crueles,
que cerraban los espacios
y amargaban las mieles.

Lo miraban al pasar
y era de sorprenderse,
esa sonrisa fugaz
y la cadencia al moverse.

De él se sabía poco
y aunque nadie pudiera
al oírlo hablar de locos,
trajera las buenas nuevas.

Se sabe pues del tunco
dificultades de la vida,
pero nos enseñaba surcos
de flores, y margaritas alegrías.

Yo del tunco conocí
razones invisible para amar,
de libros que te hacen feliz
con palabras para edificar.

Nunca me entere de las razones
que provocaron su defecto,
pero le escuche canciones
que alababan al perfecto.

Se supo entonces un día
en que las cosas fallaban,
que el tunco sonreía
y las cosas se arreglaban.

Un día el tunco se fue
y de él no supimos nada,
pero dejo entre nosotros ideas
que hasta ahora no se acaban.

NO TENGO UNA CANCIÓN DE BIENVENIDA.


Pero si una cama fría,
pues no duermo en las noches
caliéntenla de día.
Pero si horribles pesadillas
y ya que duermo en el centro
acérquenme a la orilla.

Mil canciones de cuna
y que al sol no duermen
cántenselas a la luna.

Molestias al dormir
y en las calles mucho ruido
tápenlo, no lo quiero oír.

No tengo una canción de bienvenida.
Pero si, un abrazo sincero
que regalare al que quiera
llenarse de aprecios y cerrar sus huecos.
¡Vean!  Aquí están y no me muevo
vengan conmigo y riamos
al jugar que somos niños de nuevo.